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El abogado de los corruptos

In Celeste Benitez, Derechos Civiles, politica, violencia on March 21, 2011 at 9:47 pm
Tomas Rivera Schatz no respeta la Constitución de Puerto Rico y mucho menos su gente.

Tomas Rivera Schatz no respeta la Constitución de Puerto Rico y mucho menos su gente.

Por:  Celeste Benítez

El presidente del Senado, Tomás Rivera Schatz, merece el título de “Abogado de los corruptos” por su trayectoria profesional. Hasta ahora, su cliente más prominente había sido el ex gobernador Pedro Rosselló, quien disfrutó por la vía del fraude de una “pensión Cadillac” de $52,500 anuales a partir de enero de 2001.

En el verano del 2000, cuando Rosselló hacía gestiones para jubilarse, la Administración de los Sistemas de Retiro del ELA (Retiro) le certificó que al 31 de diciembre de ese año, sólo contaría con 29 años y 3 meses de tiempo cotizado. Le faltaban nueve (9) meses para poder disfrutar de la pensión de $52,500 anuales que el entonces gobernador codiciaba.

El 15 de diciembre del 2000, “milagrosamente” aparecieron los 9 meses que faltaban. La Administración de Servicios de Salud Mental y contra la Adicción (ASSMCA) “certificó” que el estudiante Pedro Rosselló había trabajado bajo contrato en el Departamento de Salud (DS) de junio a agosto en los años 1962, 1963 y 1964. Ello, a pesar de que los empleos de verano para estudiantes usualmente se extienden sólo por dos meses (junio y julio), y no por tres (3).

El expediente final de los 30 años se completó a puertas cerradas en el DS el domingo 31 de diciembre del 2000. José Acevedo Martínez, entonces administrador de ASSMCA y posteriormente convicto de soborno y extorsión, emitió la “certificación” en un trámite altamente irregular, y sin evidencia alguna que confirmara los “hechos” que estaba certificando.

Una investigación posterior realizada por Retiro reveló que los famosos contratos con Salud nunca existieron, y que en aquellos tres veranos Rosselló había estado jugando tenis en torneos fuera del País. La Agencia determinó que el ex gobernador no tenía derecho a la “pensión Cadillac” de que disfrutaba fraudulentamente; ajustó el monto de su pensión a la que correspondía a los 29 años y 3 meses que él sí había cotizado, y le exigió restituir el dinero que había cobrado en exceso.

El asunto fue a parar a los Tribunales, donde el abogado defensor del ex gobernador fue nada menos que Tomás Rivera Schatz. Éste logró estirar el caso hasta pasadas las elecciones del 2004, en que Rosselló era de nuevo el candidato a gobernador por el PNP.

Cuando Aníbal Acevedo Vilá derrotó a su cliente, Rivera Schatz consiguió que un tal Víctor Loubriel, electo senador por Arecibo en aquellos comicios, renunciara “generosamente” a su escaño. Ese súper chanchullo le permitió a Rosselló llenar la vacante. Al jurar su flamante escaño, el caso contra el ex gobernador se convirtió en académico.

No contento con tal hazaña, Rivera Schatz hizo que Luis Fortuño firmara la ley que bautizó el Centro de Convenciones de Puerto Rico con el nombre de Pedro Rosselló, quien presidió el gobierno más corrupto que ha tenido Puerto Rico en toda su historia.

Eso nada más nos da una idea de cuán defectuosa es la brújula moral del presidente del Senado. Pero no se vaya, que hay más…

El viernes 7 de mayo del año pasado, en medio de rumores que indicaban que el Fiscal Especial Independiente (FEI) César López Cintrón se proponía acusar el lunes siguiente al alcalde PNP de Vega Baja Edgar Santana por delitos de soborno y corrupción, Rivera Schatz convocó una rueda de prensa. Lo acompañaban los alcaldes Héctor O’Neill (Guaynabo) y Aníbal Vega Borges (Toa Baja), así como la senadora Itzamar Peña (PNP, Acumulación), quienes apoyaban con su presencia todos los graves señalamientos que hizo su correligionario.

En el tono prepotente y zafio que lo caracteriza, el presidente del Senado lanzó un salvaje ataque contra el FEI López Cintrón, acusándolo de fabricarle un caso a Santana y de toda clase de conducta antiética. Refutó las acusaciones que se anticipaba presentaría López Cintrón, declaró “inocente de todos los cargos” a Santana, y ese mismo día radicó una medida para investigar la Oficina del FEI. La medida fue referida a la Comisión de Seguridad Pública y Asuntos de la Judicatura, presidida, ¿saben por quién? Nada menos que por el propio Rivera Schatz.

No contento con esa defensa incondicional de su amigo Santana, Rivera Schatz ha estado activo recaudando fondos para la defensa del alcalde acusado por actos de corrupción.

El 4 de noviembre del año pasado, un operativo policíaco que desarticuló una poderosa ganga de narcotraficantes en Ponce tocó de cerca a la Presidencia del Senado. En esa redada cayó preso José “Pepín” Gómez Zaldo, ayudante de Rivera Schatz destacado en la Oficina del Senado en Ponce. Se le acusa de haber sido “la mano derecha” del líder de la ganga y de haber estado activo en el narcotráfico desde el 2002. Rivera Schatz no ha dicho ni pío sobre ese arresto de un empleado suyo.

Los detalles del caso del senador Héctor Martínez son harto conocidos. Puerto Rico entero ha sido testigo del apoyo que raya en lo irracional que Martínez siempre obtuvo de su jefe político. La “amistad” que unía a los dos senadores PNP por Carolina –Martínez y Lornna Soto– con el notorio narcotraficante José “Coquito” Hernández nunca fue investigada a fondo. Tampoco se investigó la notable mejoría en las finanzas de ambos, una vez electos al Senado.

Cuando en junio del 2010 Martínez fue acusado en el Tribunal federal por los cargos de que resultó convicto, Rivera Schatz inmediatamente salió en su defensa. Entre otras cosas, llamó al jefe local del FBI Luis Fraticelli “el Rey de las fecas (mentiras)”, por considerar que las acusaciones contra su defendido carecían de fundamento.

Al comenzar el juicio, Rivera Schatz alquiló una guagua para transportar a la delegación senatorial del PNP a la corte para hacer el ridículo de apoyar la “inocencia” de Martínez. Recaudó fondos para su defensa, nunca lo dejó solo y después de su convicción lo presionó para que no renunciara a su escaño.

¿Es ésta la conducta que se espera de todo un presidente del Senado? Sólo si en vez de un honorable legislador, ocupa ese cargo un abogado de los políticos corruptos…

Egipto y nuestra Universidad

In Celeste Benitez, Derechos Civiles, Estudiantes on February 15, 2011 at 7:32 pm

Por: Celeste Benítez

El mundo entero siguió con una mezcla de temor y de esperanza los 18 días que duró la revolución pacífica en Egipto que finalmente terminó con treinta años de la dictadura corrupta presidida por Hosni Mubarak. La renuncia del “faraón” de nuestros días nos llenó de una enorme alegría a todos los que seguíamos la noticia, al presenciar el triunfo de la valentía de un pueblo oprimido sobre la fuerza bruta de un gobierno abusador.

Curiosamente, la noticia de la renuncia de Mubarak a la presidencia de Egipto se dio el mismo día que la renuncia del doctor José Ramón de la Torre a la presidencia de la Universidad de Puerto Rico. Se trata de dos renuncias muy diferentes, pero también muy similares, que requieren un breve comentario.

El detonante de ambas renuncias fue la valentía de una juventud dispuesta a asumir los riesgos de combatir un régimen antidemocrático. En el caso de Egipto, después de treinta años de dictadura, la lista de agravios contra el régimen de Mubarak era impresionante. En nuestra Universidad se trata de defender derechos garantizados por nuestra Constitución que tienen que ser respetados por un gobierno que dice ser democrático, pero que en la práctica resulta ser todo lo contrario.

En Egipto, un joven ejecutivo de Google encendió la mecha de la revolución, convocando a protestas contra el régimen a través de internet. A la respuesta entusiasta de otros jóvenes como él se unieron numerosos sectores de la población, hasta convertirse en un movimiento de masas imparable que logró lo que hasta entonces parecía impensable: sacar del poder a Mubarak, la cabeza de un régimen corrupto y opresor.

En la UPR, los jóvenes estudiantes son los protagonistas de una lucha por tener una educación universitaria de excelencia, accesible a todos los sectores de nuestra sociedad, y por que se les reconozca una participación efectiva en el gobierno institucional.

En el proceso, los estudiantes nos han dado cátedra al resto del País de una valentía ejemplar. En un País como el nuestro, donde hay tanta gente muerta del miedo, donde muy pocos se atreven a disentir abiertamente, donde reina un silencio ominoso frente a los abusos de la Administración Fortuño, la entereza de los líderes estudiantiles es el tipo de conducta que el resto del País debe imitar. Más que estudiantes, ellos se han convertido en maestros de gallardía y dignidad.

Y al hablar de líderes estudiantiles tenemos que destacar el rol tan activo y tan honroso que las mujeres han desempeñado en estas luchas universitarias.

Las jóvenes han estado en primera fila, hombro con hombro con sus compañeros varones como elocuentes portavoces, enfrentando sin miedo los macanazos, los insultos, las agresiones sexuales, el gas pimienta, los gases lacrimógenos, los monstruos de la Guardia de Choque, los caballos de la guardia montada, las armas largas, los francotiradores, los vehículos blindados, en fin, todo el arsenal represivo que Fortuño y Figueroa Sancha les han tirado encima para tratar, sin éxito, de acallar sus voces.

Y ante tantos abusos, los estudiantes se han mantenido firmes en sus reclamos, fieles al himno de la UPR: “Da gloria al luchador,/ honra de la Universidad.” ¡Que vivan los estudiantes!

Al igual que los jóvenes egipcios que encendieron la mecha de la rebeldía a través de internet, los jóvenes universitarios nuestros han hecho un uso sumamente efectivo de las redes sociales. Gracias a ellas, los estudiantes han documentado las distintas etapas del conflicto, han presentado su versión de los hechos y han publicado sus diversas propuestas para resolver los problemas de la institución. En las artes de la comunicación, nuestros estudiantes han dado cátedra de inteligencia y creatividad.

A diferencia de la renuncia de Mubarak, la renuncia de De la Torre no significa gran cosa. Nuestro ex presidente no presidía nada: él era simplemente un muchachito de mandado de La Fortaleza y de Ygrí Rivera. Cuando su desprestigio llegó a tal grado que ya no les resultaba útil, sus amos lo desecharon sin miramientos de clase alguna. Al fin y al cabo, ése es el destino de todos los mercenarios que en el mundo han sido.

Igual que la renuncia de Mubarak, la salida del presidente de la UPR debe dar paso a una transición hacia una Universidad más democrática, con una mayor participación en el gobierno de la institución por parte de estudiantes, profesores y personal no docente, y de una mayor transparencia en sus procesos administrativos.

Esa nueva universidad deberá ofrecer a sus estudiantes una formación de la más alta calidad, con niveles de exigencia cada vez más altos, con unos claustrales que vivan una verdadera vocación universitaria, con unos empleados productivos, bien pagados y bien supervisados, comprometidos todos a hacer de la Universidad de Puerto Rico la institución más importante del País y la forja de un mejor futuro para todos los puertorriqueños.

Para hacer realidad un nuevo comienzo, es necesario que Ygrí Rivera también renuncie a la presidencia de la Junta de Síndicos. Ella ha demostrado carecer del temperamento ecuánime y conciliador que ese cargo requiere. Siempre ha estado más pendiente de adelantar los intereses del Partido Nuevo Progresista en detrimento de los intereses de la Universidad, intereses éstos que, como presidenta de la Junta, ella venía llamada a defender por encima de todo.

Rivera ha sido cómplice de todas las múltiples maneras en que la Administración Fortuño y su Legislatura han vulnerado la autonomía universitaria, hasta prácticamente hacerla desaparecer. Y como si todo lo anterior no fuera razón suficiente para incapacitarla como presidenta, ella ha insistido en la ocupación policíaca de la Universidad y rechazado todos los intentos de devolver los agentes a sus cuarteles.

Como Mubarak, Ygrí Rivera también tiene que irse.

Graduandos, ¡manos a la obra!

In Derechos Civiles, Dolores Prida, Estudiantes, politica on June 28, 2010 at 11:34 am

Por Dolores Prida

La mayoría de las madres sueñan que sus hijos lleguen a ser abogados o médicos, pero ¿sabrán ellas lo que gana un plomero?

Más que muchos profesores universitarios. Definitivamente más que cualquier periodista. Y sus trabajos nunca están en peligro de desaparecer porque, como dueña de casa les puedo asegurar que siempre, por los siglos de los siglos, habrá goteras y toilets atascados.

Pero nadie sueña con ser plomero ni electricista ni carpintero a pesar de ser oficios nobles y bien remunerados. ¿Por qué?

Las razones son dos principalmente. Por un lado está la cuestión de estatus. Los trabajos de cuello azul siempre se han menospreciado. Decir “Mi hijo el plomero” no tiene el mismo caché que “Mi hijo el doctor” o “Mi novio el dentista”.

Esta subestimación a ganarse el pan ensuciándose las manos y doblando la espalda se refleja en el proceso educativo.

Cuatro o cinco décadas atrás, los consejeros de escuela superior acostumbraban encaminar a estudiantes de grupos minoritarios a oficios manuales, ya que asumían que no tenían madera para los rigores intelectuales de una educación académica. Esto se consideraba un tipo de discriminación.

Líderes comunitarios y políticos, así como padres y maestros, lucharon en contra de este tracking forzoso y con los avances de los derechos civiles de las minorías se les abrió camino a más estudiantes hacia estudios universitarios.

Ese cambio fue tan exitoso que por largos años casi ningún consejero encaminaba estudiantes hacia las llamadas trade schools. Y como siempre, los extremos son peligrosos.

Pero las cosas están cambiando. Con la actual situación económica, hasta estudiantes universitarios con diplomas inservibles están re-enfocando sus carreras hacia oficios manuales que les ofrece mejores ingresos o la oportunidad de trabajar al aire libre y no tener que amarrarse una corbata al cuello todas las mañanas o seguir su vocación secreta de hornear el suflé perfecto.

Yo vengo de una familia de carpinteros. Mi abuelo paterno y todos mis tíos eran maestros carpinteros capaces de construir desde un escritorio hasta una casa completa. Y de niña viví por un tiempo entre serruchos y martillos y el inolvidable aroma de la caoba.

Esta familiaridad con el oficio y las herramientas de carpintería me vinieron de perilla cuando, ya en Nueva York, comencé a trabajar con un grupo de teatro sin dinero pero con ganas y la dramaturga y el director y los actores teníamos que fabricar y pintar y montar y desmontar la escenografía nosotros mismos.

Desde entonces, trabajar con las manos me ha dado mucha satisfacción y placer.

Ojalá que más de nuestros jóvenes opten por oficios que le den tal satisfacción, además de buenos ingresos. Y que la actitud hacia los trabajos de cuello azul siga cambiando a tal punto que a sus padres se les infle el pecho de orgullo al decir, “Mi hija es una gran carpintera” o “Mi hijo va a estudiar para electricista”.

¿Y por qué no? Manos a la obra.

doloresprida@aol.com

Esta columna es original de El Diario La Prensa de Nueva York

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