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Desigualdad y Violencia

In politica, Puerto Rico, Sila Maria Calderon on July 11, 2012 at 6:50 pm

Sila Calderon

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por Sila M. Calderón

Se ha hablado y se ha escrito mucho, dentro y fuera de Puerto Rico, de la relación directa entre la desigualdad y la violencia.  Yo también he hablado de esto. Hoy, quiero ir más allá.

No hay duda –aunque muchos no lo conozcan—que Puerto Rico tiene una de las tasas de desigualdad más altas en el mundo. En una  lista de 147 países publicada por las Naciones Unidas, basada en el Coeficiente Gini, que representa el nivel de equidad en la distribución de ingresos, Puerto Rico ocupa el lugar 133 con un Coeficiente Gini de 0.532.  En otras palabras, existen 132 países con más equidad en la distribución de sus recursos que Puerto Rico, entre ellos, Afganistán, Bangladesh, Egipto, Pakistán y Liberia, por mencionar algunos. Por otro lado, solamente 13 países de este informe tienen mayor desigualdad en la distribución de sus riquezas que Puerto Rico, entre ellos, Ecuador, Bolivia, Honduras, Angola y Haití.

En la actualidad 45% de nuestra ciudadanía vive bajo los estándares federales de pobreza. Bajo esos mismos estándares, Mississippi, el estado más pobre de la nación norteamericana tiene 22.4%.

¿Cómo puede ser que en una isla en la cual existe una infraestructura de primera, hoteles y facilidades de lujo para el turismo, grandes y costosas urbanizaciones cerradas y restaurantes que compiten a nivel mundial, exista una pobreza de esta magnitud?

Increíblemente, en Puerto Rico el 20% de los más pudientes gozan del 56% de la riqueza nacional; mientras el 20% más pobre disfruta solo del 1.9% de esa misma riqueza.

Estas estadísticas son números abstractos.  Pero la realidad detrás de estos números es otra:  es la realidad del hacinamiento, la realidad de la ausencia de ingresos propios y la peor realidad, que es la de falta de oportunidades

¿Hasta cuándo vamos a ignorar estos datos? ¿Hasta cuándo vamos a seguir mirando, sin ver? ¿Hasta cuándo vamos a seguir oyendo, sin escuchar?

No hay duda tampoco que Puerto Rico se ha convertido en uno de los países más violentos del hemisferio.

El pasado mes de junio cerró con 468 asesinatos en lo que va de año. Un gran porciento de ellos, relacionados a las drogas y narcotráfico, persecuciones y balaceras en vías públicas y violencia contra la mujer.  Una muestra breve: madre e hija asesinadas en su negocio de floristería en Bayamón, joven de 17 años baleado a muerte en un “carjacking” en Dorado, dos jóvenes asesinados en una carretera de Cupey, un “disc jockey” asesinado en Cidra, un gerente de una cadena de comida rápida asesinado en Juncos, un hombre que mata a machetazos a su pareja en Yauco.  El fin de semana anterior fue uno sangriento con 17 muertes violentas.  Esto sin contar las decenas de heridos, familias rotas y la estela de sufrimiento, impotencia y frustración que estos episodios provocan.

Todos estamos de luto por estas muertes insensatas, como lo fue la de Stefano, hijo y nieto de una prominente familia de San Juan. También estamos de luto por Karla Michelle, de Villa Palmeras; como lo estamos por los que mueren asesinados en los residenciales, en las barriadas y en los puntos de drogas. Sus nombres quizás no aparecen en los periódicos, pero el dolor de sus familiares es igual de amargo. La angustia por nuestros muertos asesinados no tiene límite.

Son cientos los estudios científicos que señalan la pobreza y la desigualdad como factores detonantes para la violencia y el subdesarrollo.  Por ejemplo, el Estudio Global sobre Homicidios de las Naciones Unidas publicado en el 2011, revela que Puerto Rico tiene una tasa de asesinatos que proporcional al número de sus habitantes, triplica la de Estados Unidos y es mucho mayor que la de México.  No ha de sorprender que el mismo estudio señala que en todas las Américas los países más desiguales son los mismos que exhiben las tasas más altas de muertes violentas.

He hablado de esto públicamente en innumerables ocasiones y he dedicado años de mi vida a trabajar con los más desposeídos. Hoy quiero hacer más que hablar y trabajar.  Quiero expresar a los cuatro vientos que éste es el país de las injusticias y de las insensibilidades.  Quiero despertar con mi grito del alma a aquéllos que aún no se han dado cuenta que son esas injusticias e insensibilidades las que nos tienen sumidos en una guerra civil de asesinatos y de terror.

Hoy quiero lanzar mi palabra al viento para ver si ella jamaquea a los puertorriqueños y a las puertorriqueñas a abrir sus ojos y sus oídos, y también sus corazones, para ayudar a los que se nos han quedado atrás a salir del abandono.

Y no me estoy refiriendo al asistencialismo, ni mucho menos a “obras de caridad”.  Estoy hablando de crear las condiciones para que los hombres y mujeres que viven en profunda desventaja puedan levantarse por sí mismos.  Estoy hablando de ofrecerles las herramientas para que ellos puedan ganarse su sustento digna y honestamente, rompiendo con la dependencia que corroe su espíritu.

Hoy quiero expresar con todas mis fuerzas y con toda mi emoción que es absolutamente necesario que se establezcan en Puerto Rico políticas públicas continuas para promover la autogestión, el apoderamiento y el empresarismo entre aquéllos que no tienen nada. Hoy también quiero reclamar públicamente el restablecimiento del proyecto de valores en todos los niveles en todas las escuelas públicas y no sólo en unas cuantas.  Me refiero al proyecto que tanto trabajo dio instituir en el 2002 y que se desmanteló de un plumazo en el 2005.  Estas políticas públicas, si se establecieran, al igual que sus consabidos programas, no serían un costo para el erario. Al contrario, serían una inversión, la más grande que se puede hacer, para lograr un Puerto Rico de más estabilidad, más productividad y sobre todo, de más paz.  No es con la Policía que vamos a terminar con la violencia. Es yendo a la médula del problema y haciendo esfuerzos reales para lograr mayor equidad.

No hay duda que en la educación hacia el apoderamiento personal y el retorno a los valores que siempre hemos sostenido, es que se encuentra el comienzo de la reconciliación y el final de la terrible consternación y desconsuelo que reina en Puerto Rico.

Hace unos días, leí unas líneas del escritor español García Lorca que quisiera compartir con ustedes hoy: “…la melancolía que yo siento no es por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, si no por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es la vida, de su bondad, su serenidad y su pasión”.  Y continúa García Lorca, “…yo tengo más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento.  Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan, pero un hombre que tiene ansias de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía…”.

He oído a muchos decir que en Puerto Rico ya no se puede vivir, que los profesionales se están yendo del país y que los hijos universitarios no quieren regresar.

Sin embargo, somos muchos los que tenemos fe en la capacidad de este pueblo y en sus posibilidades. Los que tenemos fe nos abrazamos a la esperanza de un Puerto Rico más equitativo y de mejor convivencia; y tenemos la convicción de que así puede ser. Por eso no nos quitamos.

Porque en Puerto Rico hay mucho trabajo que hacer.

¡A defender el Colegio el sábado!

In Celeste Benitez, Gobernador Luis Fortuño, politica, Politics, Puerto Rico on March 23, 2011 at 11:20 am

Por: Celeste Benítez

Pasado mañana, sábado 26 de marzo, el Colegio de Abogados celebra un radiomaratón para levantar fondos para financiar los altos costos de un pleito en el tribunal federal incoado por activistas de la estadidad para destruir esa ilustre institución. No podemos permitir que el gobernador Fortuño y el PNP se salgan con las suyas.

El ilustre Colegio de Abogados es la institución profesional más antigua de Puerto Rico. Fundada el 27 de junio de 1840, rindió valiosos servicios a la administración de la justicia y al fortalecimiento de la clase togada en Puerto Rico hasta la invasión norteamericana de 1898 y la subsiguiente imposición de un régimen militar en la Isla.

Con el cambio de soberanía, muchos abogados norteamericanos vinieron a la Isla, siguiendo la práctica de los “carpetbaggers” del Norte, quienes, después de la victoria de sus tropas en la Guerra Civil (1861-1865), se trasladaban al Sur buscando obtener una buena parte de los despojos de la guerra. El entonces secretario de Justicia del Gobierno Autonómico Juan Hernández López no permitió que esos togados ejercieran la profesión aquí, ya que no conocían nuestro idioma, ni nuestro Derecho, ni podrían, por esas razones, pasar el examen de reválida requerido para practicar aquí.

El gobernador militar, Gen. George W. Davis, les resolvió ese problema a los abogados americanos estableciendo el 27 de junio de 1899 la corte federal de Puerto Rico. No contento con esto, ordenó que a partir del 31 de agosto de 1899 sólo podrían practicar la abogacía en Puerto Rico quienes obtuvieran sus títulos en una universidad de Estados Unidos, exceptuando a quienes ya ejercían su profesión aquí.

En nuestros días, la hostilidad hacia el Colegio tiene una raíz ideológica: a los anexonistas les repugna todo lo que se desvíe, aunque sea un ápice, de prácticas generalizadas en los Estados Unidos, aún cuando esa desviación sea buena para Puerto Rico. Tampoco toleran cualquier organización que ellos no puedan controlar.

Y el Colegio de Abogados les ha resultado ser un hueso muy duro de roer. Siempre han intentado elegir un presidente estadista, pero nunca han tenido éxito. El más estrepitoso de esos fracasos se dio en el 1998, siendo gobernador Pedro Rosselló.

El gobierno penepeísta celebraba el centenario de la invasión norteamericana y se preparaba para llevar a cabo un plebiscito sobre el status en diciembre de ese año. Calentando los motores para ambos acontecimientos, los anexionistas se movilizaron para asaltar la presidencia del Collegio.

Postularon un candidato “oficial” que recibió toda la ayuda de la Administración Rosselló y de su partido. Numerosos funcionarios del gobierno presionaron a los abogados de sus agencias para asistir a la asamblea y votar por el candidato penepeísta. Algunos les proveyeron transportación a sus empleados y hasta se personaron allí para cerciorarse de que su gente seguía sus instrucciones. Esa fue la asamblea más concurrida de toda la historia del Colegio, y, una vez más, las fuerzas anexionistas resultaron derrotadas.

Como no pueden controlar el Colegio con los votos, ahora se aprestan a destruirlo. En enero de 2009, pasadas las elecciones que le dieron al PNP el control absoluto del gobierno, la Legislatura aprobó dos proyectos para eliminar la colegiación compulsoria que Luis Fortuño se apresuró a convertir en ley.

Como esa estrategia no les funcionó, porque el Colegio continúa existiendo, sus esfuerzos se mudaron a la corte federal para tratar de destruirlo por la vía económica.

Pero esa estrategia no es nueva. Ya en el 1994, bajo el gobierno de Rosselló, el licenciado Carlos A. Romero, hijo de Carlos Romero Barceló, radicó un pleito ante la corte federal, desde luego, impugnando que el Colegio utilizara parte de su cuota para pagar un seguro de vida, uno de los beneficios que la institución les ofrece a sus colegiados. En el 2002 la corte le ordenó al Colegio devolverle al hijo de Romero el monto correspondiente al seguro impugnado.

Pero eso todavía no era suficiente. En junio de 2006, tres abogados anexionistas radicaron el mismo pleito de Romero, hijo, pero esta vez alegando que ellos representaban a todos los abogados a quienes el Colegio seguía proveyendo el seguro a través del pago de la cuota. Bajo circunstancias irregulares, el juez federal Jaime Pieras certificó la clase y determinó que el Colegio tendría que devolver unos $4 millones a los abogados supuestamente afectados.

Pieras siempre fue un activista pro estadidad y le debe su nombramiento a las presiones que ejerció el entonces gobernador Romero Barceló ante el gobierno federal. Por problemas de salud de Pieras, el juicio está ahora en manos del juez José A. Fusté.

Cuando el presidente del Colegio, Osvaldo Toledo, intentó informarles a los colegiados de las gestiones que tendrían que hacer para salirse de la clase, si así lo deseaban, Fusté le impuso una mordaza y una multa por $10,000, so pena de cárcel. Gallardamente, Toledo se negó a obedecer una orden a todas luces injusta, y fue ingresado a la cárcel federal. Las condiciones inhóspitas de la cárcel afectaron su salud a tal grado, que su familia pagó de su propio peculio la multa impuesta para comprar su libertad tras cinco días de encierro.

Vean esto otro. El juez del Tribunal Supremo Efraín Rivera Pérez renunció a su cargo el 3 de junio de 2010. Cuatro semanas más tarde, Rivera asumió la presidencia de la “Puerto Rico Lawyers Association”, incorporada el 30 de junio de ese mismo año, que pretende agrupar a los abogados de la Isla. Eso no es otra cosa que una movida para atacar al Colegio desde otro frente. Poco después de su renuncia, Rivera fue nombrado “Monitor” de la Policía de Puerto Rico por Fortuño, con un contrato de $600,000 al año. ¡Qué extraña “coincidencia”!

El gobierno y el PNP de Luis Fortuño se valen de esas despreciables artimañas para destruir al Colegio de Abogados. Los puertorriqueños no podemos permitir que esos abusos continúen. Tenemos que respaldar y agradecer la valentía de Osvaldo Toledo y de nuestro Luis Gutiérrez, quien denunció los abusos de Fusté y de Fortuño ante el pleno del Congreso. ¡Todos al radiomaratón del sábado a la defensa del Colegio!

TRIBUTO A LUIS MUÑOZ MARÍN DIEZ PROPUESTAS PARA PUERTO RICO

In Luis Muñoz Marín, politica, Politics, Puerto Rico, Sila Maria Calderon on February 23, 2011 at 12:09 pm
Sila Maria Calderon, ex-gobernadora de Puerto Rico

Sila Maria Calderon, ex-gobernadora de Puerto Rico

Por: Sila María Calderón

21 de febrero de 2011

Hoy celebramos una vida excepcional. La figura cimera de todo un siglo de

historia. Luis Muñoz Marín fue un ser de ésos que pocas veces el destino regala a los pueblos. Recordamos al hombre que nos enseñó a soñar, a trabajar y a construir.

Que nos inspiró fe en nosotros mismos y profundo orgullo en lo que somos. Como resultado, los puertorriqueños comenzamos a derrumbar las murallas de la inseguridad, del miedo y de la timidez, las que nos limitaban como cercos

impenetrables. Con fuerza liberadora, impulsamos una obra extraordinaria. Y lo hicimos magníficamente bien.

Sin embargo, en los últimos tiempos, el País de nuestros anhelos se ha ido desvaneciendo. Lejos de fortalecer nuestra autosuficiencia, lejos de afirmar nuestra distintiva personalidad y de unirnos en una causa común, se ha ido socavando lo construido. Mucho peor, se ha inyectado mayor divisionismo, se han afectado gravemente las bases del sistema democrático y económico; se han menospreciado nuestros logros y se ha tratado de debilitar nuestra identidad.

Hoy, la actitud pequeña prevalece. En los últimos años, los políticos han dedicado más energía a achacar responsabilidades demagógicamente, que a gobernar bien. Vivimos una época de intolerancia, de confrontaciones y de ausencia de solidaridad. Las diferencias ideológicas y la política partidista nos tienen abrumados. Sencillamente, este pueblo no aguanta más.

En esta hora difícil y compleja, el ejemplo de Luis Muñoz Marín nos permite mirar hacia adelante con confianza renovada. Nos inspira el propósito firme de sacar fortaleza dentro de cada uno, para asumir responsabilidad y enfrentar, una vez más, nuestro destino como pueblo.

A mí no me queda duda que el rumbo presente de nuestra patria, no conduce al porvenir que desea la gran mayoría del pueblo. No tengo la menor duda. Y sé que ustedes tampoco.

¿Dónde estamos en el 2011? Nuestra querida Isla se sume cada vez más en un ambiente pesimista, en el cual el gobierno no parece funcionar; el desempleo es rampante; los agravios a las instituciones democráticas se llevan a cabo sin pudor; nuestra universidad ha estado, para todos los efectos, sitiada por más de dos meses; han ocurrido sobre 160 asesinatos atroces en lo que va del año; la violencia personal es la orden del día; nuestro mejor talento emigra masivamente en busca de mejor calidad de vida; las comunidades en desventaja pierden sus derechos adquiridos y desaparecen los servicios que propiciaban su autogestión; existen miles de casos de maltrato de niños sin atender; el nuevo plan de salud no arranca; los insultos y epítetos de parte de funcionarios públicos hacia la ciudadanía se hacen con pasmosa impunidad; se desmantelan las instituciones a diestra y siniestra; la Legislatura está al garete, profundamente politizada y legislando a su antojo, muchas veces sin vistas públicas y sin tomar en cuenta las opiniones de la minoría. Ahí es donde estamos en el 2011.

La sensibilidad, el diálogo, la compasión, el sentido de gobernabilidad que nos han caracterizado, se esfuman ante nuestros ojos. Pero los pueblos como los hombres, tienen la capacidad de transformarse.

De anhelar un mejor presente y un mejor futuro. En ese deseo por alcanzar su destino, los pueblos buscan incansablemente hombres y mujeres en quiénes cifrar sus esperanzas, en quiénes depositar su confianza. En un momento de nuestra historia se estimuló nuestra capacidad de soñar y de trabajar. Se puso a un País pobre, atribulado por la miseria y abatido por la injusticia, a pensar en un futuro distinto.

¿Y qué mejor momento que éste para imaginarnos una nueva transformación? ¡Qué mejor momento que ahora! Qué mejor momento para hacerlo que en el día en que conmemoramos el nacimiento de un hombre, que según sus versos, supo ahogar sus propios sueños para saciar los que le dormían en las venas de los hombres que sudaron y lloraron y rabiaron para sazonar su café – los sueños de tantos y tantos que vivían en extrema miseria en la primera mitad del siglo pasado.

Yo tengo fe en el pueblo puertorriqueño. Conozco bien sus capacidades y sus posibilidades. Creo en la gran fuerza interna que tenemos en nuestro espíritu. Por ello, hoy, como tributo a Luis Muñoz Marín, presento Diez Propuestas para Puerto Rico.

1. Empleos como la Primera Prioridad: El desempleo es el problema más apremiante, el número uno. No hay absolutamente nada más importante que la creación de empleos y prender nuevamente los motores de la economía. Propongo, en primer lugar, la configuración de un plan de desarrollo económico estratégico. Un plan que esté directamente dirigido a la creación de empleos.

Por un plan de desarrollo económico estratégico quiero decir un plan a corto, mediano y largo plazo con metas claras y articuladas, que se entiendan, conocido y aceptado por la mayoría del pueblo. Los trabajadores, los profesionales, las corporaciones, las entidades financieras, las cooperativas, los pequeños negocios, los comerciantes, las organizaciones sin fines de lucro, las microempresas, los servidores públicos, la Academia, los artistas, los agricultores, los consumidores; en fin, todos los componentes del desarrollo económico tienen que ser parte de la formulación de este plan. En este momento quiero aprovechar para expresar mi aprecio y mi admiración a los miles de servidores públicos que a diario llevan a cabo sus responsabilidades desprendidamente para el bienestar de nuestra población.

Ningún país puede moverse hacia el frente, si no tiene unos objetivos económicos precisos y medibles. Tampoco puede echar hacia adelante trastocando la economía fuera de un contexto coherente. La economía es el entrelazamiento de muchos factores íntimamente ligados entre sí. Se afectan unos a otros si las políticas públicas, más allá de los factores exógenos, no toman en cuenta los efectos que las acciones aisladas pueden tener en diferentes sectores.

Por ejemplo, la imposición del IVU en el cuatrienio pasado sin la simultaneidad de una reforma contributiva, fue un error garrafal. Como lo fue también el cierre del gobierno. Recientemente, los despidos masivos en el sector público, a la par con la gran pérdida de empleos en el sector privado, han contribuido, no sólo a una baja en el poder adquisitivo y a una merma palpable en los servicios públicos, sino a una disminución en la obra necesaria para una recuperación sostenible.

Peor aún, la contribución que se ha impuesto a las corporaciones foráneas ha causado un daño, quizás irreparable, a la credibilidad de Puerto Rico como destino de inversión. A esto se añade que no hay certeza de que produzca los recaudos que se supone genere este arbitrio.

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